martes, 29 de noviembre de 2011

Presentación de Rafael de Cózar, por Fernando Moral

Buenas noches queridos hermanos en la fe de Mercurio. Buenas noches Srs. Invitados. Buenas noches Sr. Mercurial de Plata.
En cuanto a la longitud de esta presentación, no voy a mentiros como se suele hacer. Yo habría querido ser breve. En serio, habría querido ser breve, de hecho quería haber sintetizado todas las bondades de nuestro Mercurial de Plata en un solo soneto. Y casi lo había conseguido cuando me topé con un obstáculo insalvable: ¿Con qué coño rima Cózar?... Y Sievert no digamos... Eso sí, encontré rima para Fito, pero no me pareció adecuada dada la solemnidad del acto.
Con vuestro permiso voy a poner título a esta presentación. Y lo hago porque las presentaciones constituyen -según el caso, claro- un género más, aunque algunos no opinen de esta manera. Existe a veces tal derroche de calidad en ellas que la posterior intervención del protagonista queda empequeñecida. Me temo que no va a ser el caso hoy.
Y bien, la he titulado Sinécdoque de Cózar. Este título se explica porque al fin y al cabo, en el escaso tiempo de una presentación, solo puedo ofrecer una parte o partes de este todo. Creo que es un problema endémico, y quizás un reto, que ofrece este tipo de intervenciones. La cuestión es si conseguiré que esa parte o partes logren reflejarlo. Sin más dilación, intentemos pues acometer el desafío metonímico.

Primera parte: su biografía o el motor de la literatura

¿Por qué solo el motor? El mismo Cózar nos lo explica. Cito:
La realidad, la experiencia vital concreta, aunque efectivamente pueda tener un papel como motor antes que nada de la vida, y luego de la literatura, queda sin embargo fuera de estos límites una vez convertida en obra, y ya no es patrimonio del análisis literario, sino, en todo caso de la biografía.
Bueno, pues ese motor -importante, pero no crucial, como él mismo indica- de la obra cozariana arranca y echa a andar en Tetuán (provincia de Marruecos) en 1951. Rafael reside allí hasta los once años, momento en el cual se traslada a Cádiz. El joven Cózar empieza a mostrar, como dicen los cursis, sus inquietudes artísticas en la ciudad más antigua del mundo occidental. Buenas raíces e inmejorable bagaje para viajar justo al extremo opuesto, la innovación, la modernidad, que es para un servidor el marchamo de nuestro homenajeado. Pero esa es otra parte de la que hablaremos más tarde. Como decía, allí en Cádiz empieza destacando como pintor. Lleva a cabo diversas exposiciones y obtiene varios premios a su vez. Posteriormente entra ya en el mundo literario como miembro fundador del grupo literario “Marejada”. A partir de 1972 fija su residencia en Sevilla, en cuya universidad imparte clases como doctor en Filología Hispánica. Adquirió la Cátedra de Literatura Española en 2008, conseguido lo cual, disimuló unos años antes de lanzarse de cabeza hacia la liberación jubilar. Pero ello no quiere decir que el motor cozariano haya quedado al ralentí, más bien al contrario, ya que ahora dispone de tiempo sobrado para la creación. Este mismo miércoles pasado, Pérez Reverte destacaba en público -no sin cierta envidia- la habilidad que Rafael ha demostrado en ese caso concreto.

Segunda parte: su obra o la vanguardia perpetua

Cózar se declara aficionado a las publicaciones efímeras, pero bueno, Rafael, la vida es así de puñetera y como al resto de los mortales nos apetece dar carácter inmanente a la belleza, el resultado final ha sido que gozamos de una ingente cantidad de publicaciones tuyas. Estas quedan claramente divididas, o no -ya veremos-, en dos grupos.
Veamos, por una parte encontramos su obra de creación, en la que destacan la narrativa y la poesía. A la primera pertenecen novelas como El Motín de la Residencia (1978), la colección de relatos Bocetos de los sueños (2001) y sobre todo El Corazón de los Trapos, premio Vargas Llosa de novela en 1996. En cuanto al verso, la producción es sensiblemente mayor. Podemos contar más allá de la decena de libros, comenzando por Sinfonía nº 1 en negro de Cózar (ma non troppo) de 1980 y terminando por Los Huecos de la Memoria del presente año. En esa lista hemos de destacar Ojos de Uva, que tras su publicación en 1988 obtuvo gran éxito de crítica. A todo esto debemos añadir otra considerable participación de Rafael en diversas antologías poéticas y sus logros en numerosos certámenes literarios.
Ya por otra parte hallamos los estudios, ediciones y prólogos propios del trabajo de investigación filológica. La relación va más allá de lo que esta velada pueda abarcar. Sin embargo, es de destacar una característica común en muchos de estos trabajos que, como un hilo conductor, los ensarta e incluso va más allá, hilvanándolos con la obra literaria que hemos referido antes. Y esa característica no es otra que la permanente búsqueda, la innovación, la vanguardia en definitiva.
Toda su obra, ya sea como estudio o creación, está marcada por esa experimentación continua. De ahí mi o no anterior. Podemos comprobar en las imágenes una selección tanto de su obra esencialmente pictórica como de aquella que, en forma de poema visual, aúna sus cualidades pictóricas con las literarias.

Tercera parte: El ser humano o el señor catedrático ignora un adverbio

¿Qué cómo me atrevo a decir que todo un señor catedrático de literatura española ignora un adverbio? Sencillo: Rafael nunca dice no. Es cierto, y no me hacen falta los testimonios que en ese sentido siempre puede escuchar uno sobre él. Yo lo puedo atestiguar en primera persona:
Conocí a Rafael tras cierta alusión a él que realizamos en la revista de alumnos de la facultad, Pandora, dirigida por un servidor. La alusión incluía una caricatura y el premio jaramago, que no era otra cosa que una crítica, suave eso sí, al galardonado. A los pocos días de publicarse, Rafael me fue a buscar. Yo me temía lo peor porque ya había recibido un broncazo de otro profesor galardonado. El caso es que se presentó con un soneto en el que se mofaba de sí mismo y de su caricatura, deseaba parabienes a la recién nacida revista y se ofrecía a colaborar en lo que pudiera. Por cierto, el soneto era un derroche de humor ingenioso envidiable. Desgraciadamente no lo he encontrado. Bueno, pues la oferta se cumplió: durante el tiempo que dirigí el aula de cultura de alumnos, recurrí varias veces a él para pordiosearle colaboraciones que dieran algo de caché a una publicación que por no tener, no tenía ni ISBN. ¡A ver quién ha visto a un poeta que suelte sus obras sin tatuarse otro ISBN en el curriculum! Pues eso, Rafael  nunca decía no. Ni a mí ni a los que me reemplazaron, lo sé de buena tinta.
Y ya fuera del ámbito personal, su generosidad, sus ganas de participación, quedan reflejadas en la cantidad de puestos desempeñados en el seno del mundo literario. Puestos que, todo hay que decirlo, son los típicos que te calientan la cabeza y te enfrían los pies. Así, fue presidente de la Sección Andaluza de la Asociación Colegial de Escritores de España, miembro de la Comisión de Ayudas a la Edición de la Consejería de Cultura de la Junta o Director Literario de la editorial El Carro de la Nieve. Actualmente es miembro del Consejo Asesor del Centro Andaluz de las Letras, cargo que ostenta desde la creación de dicho organismo.
Su ignorancia del adverbio de negación llega a extremos como el protagonizado por un perverso Pérez Reverte, que se dice su amigo. Rafael no se negó a que aquel lo incluyera en una entrega de Alatriste como personaje laxo en su celo marital, esto es, corniveleto. Por si alguien no sabe de qué estoy hablando, el mismo Cózar nos lo puede aclarar:

Rafael de Cózar, sí; yo soy quien reza
en esta nueva entrega de Alatriste,
de la España inferior que ora y embiste
cuando se digna usar de la cabeza.

Y nunca mejor dicho, y con firmeza
reconozco en mi frente el ornamento
con que cubro con creces mi sustento,
a la par que comparto la belleza.

Si brindo en la taberna, en buena hora
de vino yo me bebo litro y cuarto
porque sé que el gran Rey Felipe Cuarto
se encarga de atender a mi señora.

Mas sepan que no soy consentidor,
ni marido "giloso" ni ofendido:
Las razones de Estado me han vencido,
por no estar para lances mi valor.

Alatriste y el Rey son las razones
de Estado que presento en mi defensa.
Al no poder con ellos, no hay ofensa,
y el honor me lo guardo...... en los bolsillos.

Si es esta mi verdad, les aseguro
que con Lope, Quevedo y Calderón
yo me siento muy feliz en la ficción
de este libro del nuevo rey Arturo,

Me queda por hacer la aclaración,
con la cual  finalizo mi escritura:
que no es mi actual mujer la que figura
en brazos del amarillo jubón.

De aquellas que recuerdo en mi andadura,
o fue Bassinguer, o es Sharon Estón,
pues la actual es de buena catadura
y el príncipe Felipe no es ligón.

Hay un último aspecto ineludible que quería destacar del ser humano Cózar: el amor, pero eso sí, un amor mientras más tangible mejor, como él mismo indica. Cito:
Realmente en el tema del amor es difícil hacer teoría, y a mí me interesa especialmente la praxis, pero he de reconocer que no es fácil que esta última se lleve a cabo mediante un libro.
En resumen, sinceramente no creo que estas partes que he expuesto hayan conseguido evocar una imagen fidedigna de ese todo llamado Cózar. Un todo inabarcable (y no me refiero a su fisonomía),  que ya me hacía prever el fracaso antes de empezar. Espero, eso sí, que aquellos que no conocían a nuestro Mercurial de Plata, al menos se hayan llevado una imagen  no muy desvaída de su siempre grata persona.

Una aclaración final:
Algunos habrán pensado “Vaya perra que ha cogido este con las sinécdoques y las metonimias”. Pues resulta que habiendo nacido en Jerez soy medio gaditano -como Rafael- y no hay cosa que le guste más a un gaditano que una acertada metonimia. ¿Verdad, pisha?

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